Retratos de un pueblo

Retratos de un pueblo

“Retratos del pueblo”: Bajo este concepto, queremos difundir y dar a conocer las historias de la gente que forma parte del tradicional pueblo pesquero islandés. Estad atentos porque, en las próximas semanas, os presentaremos una a una a las personas que es posible encontrar en estas comunidades. Ellas son, sin duda, uno de los pilares que sustentan la calidad del Bacalao de Islandia. El secreto está en la gente que integra las distintas piezas de la comunidad, la misma que contribuye a que estos pueblos sean especiales, lugares donde los productos del mar son importantes en el día a día

Seguimos compartiendo con vosotros nuestro proyecto “Retratos del pueblo”. Esta iniciativa nos ha llevado a visitar pueblos repartidos por Islandia. Hemos conocido a sus pobladores, como chefs locales, trabajadores, pescadores, familias y todo lo que les rodea. Nuestro punto de partida fueron los Fiordos del Oeste (los "Vestfirðir", como decimos aquí), un lugar remoto, pero apreciado por su original belleza y por su cercanía al Atlántico y al mar de Groenlandia. Desde allí, nos adentraremos lentamente en el resto del país, con el objetivo de captar las diferentes estaciones, así como a la gente que forma parte de la comunidad de los pueblos pesqueros.

La famila de un pescador

El mar y la navegación están inevitablemente escritos en el ADN de los islandeses; marcan sus vidas. Las gélidas aguas del océano son frescas y limpias, lo que obliga a una adaptación constante y experta y a optimizar el rendimiento para traer a casa Bacalao de Islandia de la mejor calidad. ¿Cuál sería una comida típica (y saludable) en casa de una familia de pescadores? Sin duda, bacalao con patatas y pan negro.

Mientras las familias de los pescadores degustan su merecida comida, vale la pena pararse a pensar un poco en los muchos sacrificios asociados a la vida en alta mar. Antiguamente, cuando los navegantes no tenían las comodidades y facilidades de la sociedad moderna, sus familias podían estar meses sin tener noticias de sus allegados.

Hoy en día, la pesca en Islandia es más segura que nunca, debido sobre todo a la mejora de las medidas de seguridad, lo que se traduce en un beneficio para la sociedad. Todo ello es importante, especialmente para las familias y amigos de los pescadores, que son los que despiden a los suyos. Cuando regresan, juntos disfrutan del sabor de los frutos del mar.

El chef

El pescado es uno de los ingredientes principales de la gastronomía islandesa desde los primeros asentamientos en el año 874. Ha sido clave en la supervivencia de los islandeses, que, a lo largo de su historia, han tenido que enfrentarse a las duras condiciones de una isla volcánica rodeada de aguas profundas. Incluso ayuda a explicar la distribución de la población, que se encuentra dispersa por la costa del país. Sus vidas están tan estrechamente ligadas al océano que no es inusual cenar pescado entre cuatro y cinco veces a la semana.

El pescado se cocina a menudo de forma tradicional en Islandia: frito en mantequilla o cocido, y acompañado de patatas de la tierra. Sin embargo, el modo en que el pescado se prepara está evolucionando. Platos tradicionales como el bacalao salado están reinventándose gracias a las influencias mediterráneas y de la nueva cocina nórdica. Se hace hincapié en los orígenes, pero estos se mezclan con aproximaciones más modernas.

La presencia de restaurantes destacados en los pueblos pesqueros de Islandia facilita a los chefs trabajar estrechamente con las plantas de procesado. Continuamente se consigue, no sólo mejorar la calidad, sino también el sabor y la frescura. En pueblos remotos y pequeños, la introducción de la alta cocina ha logrado añadir emoción y dinamismo a la vida de sus pobladores. Este es, sin duda, uno de los secretos que explican la alta calidad del Bacalao de Islandia

Aunque los pueblos en Islandia son comunidades muy unidas, sorprende ver que son también muy dinámicas, sobre todo por las influencias extranjeras y por los visitantes. Muchos de ellos se enamoran del estilo de vida de estos pueblos, de su bonito paisaje, cultura y sociedad. Sin ninguna duda, cualquiera que visite estas comunidades, enseguida se convierte en “un local más”, y en sinónimo de innovación e intercambio cultural

La hija de un rescador

Ser hija de un pescador en Islandia supone estar expuesta a la vida en el mar desde edades tempranas. Supone tener un modelo a seguir que ama el océano y el modo de vida que lo acompaña. A veces significa estar muchos días sin ver a tu padre, sin saber dónde está exactamente o cuándo volverá. También implica estar atenta al mar para entender y aprender cuál es el sentido de su profesión. No obstante, ser hija de un pescador también supone crecer en un pueblo de pescadores, rodeada de niños en circunstancias similares, cuyos padres también tienen un trabajo conectado al océano de alguna manera. A cambio, las futuras generaciones de esa comunidad están unidas y agradecen al mar este vínculo tan estrecho. Tener un padre que se dedica al mar supone que, a veces, hay un sitio vacío en la mesa, pero también quiere decir que, cuando vuelva, con toda seguridad habrá pescado para cenar.

El nuevo lugareño

Joao-Manuel, también conocido en el pueblo como “Jóí”, llegó a Islandia en 1990. Primero se dedicó a la industria del marisco. Antes había trabajado como pescador durante 12 años en Portugal, y finalmente decidió probar suerte en Islandia, que presume de tener los mejores caladeros del mundo. Lo sabía todo sobre los tipos de pescado y marisco que es posible capturar en la isla y contaba con un as bajo la manga: podía filetear el pescado mejor que nadie. Después de pasar un tiempo en la capital, enseguida se sintió atraído por el pueblo y su áspera e indómita conexión con el océano Atlántico, así como por la paz y la calidad de vida que ofrecía. Jóí lleva ya más de 30 años en Islandia. De vez en cuando visita Portugal para ver a su familia y disfrutar del Bacalhau (Bacalao de Islandia, por supuesto), pero su hogar sigue siendo el pueblo islandés. Jóí ya forma parte de los “nuevos locales”, que comparten su pasión por el océano y encuentran un nuevo hogar que ofrece alta calidad de vida y productos del mar en abundancia.

La alcaldesa

La industria pesquera es el motor de muchos pueblos de Islandia y la mayoría del empleo y otras actividades están relacionados con el océano de una forma u otra. Para conocer su importancia, nos reunimos con la alcaldesa de una pequeña localidad pesquera situada en una zona remota de la isla. “Sin la industria y productos como el bacalao, no existiría este pueblo. Todos los puestos de trabajo están, de alguna manera, conectados con la industria, desde el carpintero local hasta el supermercado y el banco”, explica. “Incluso el turismo y los restaurantes están muy conectados con la industria, ya que pueden acceder fácilmente a materias primas de primera”, agrega. Según esta alcaldesa, el número de habitantes se mantuvo a la baja durante años, pero “gracias a la industria pesquera y a sus valiosos productos, la gente está volviendo al pueblo”. Y sentencia: “El turismo y los productos del mar han allanado el camino hacia el crecimiento”.

A la pregunta de por qué no hay pescaderías en la ciudad, ella siempre responde lo mismo: “No hay necesidad. Somos una comunidad muy pequeña y todo el mundo puede acceder a pescado de calidad en cualquier momento”. La alcaldesa también confiesa que come pescado regularmente. “Mi marido es marinero y solemos disfrutar de pescado fresco entre dos y tres veces a la semana. Siempre me ha encantado el bacalao. Recuerdo que, de pequeña, siempre pedía bacalao salado el día de mi cumpleaños. Ahora me gusta mucho la forma que tienen de cocinarlo en el sur de Europa, combinado con tomates, pasas, ajo y guindilla. ¡Para mí ese es el sabor de las vacaciones!”.